Posteado por: vicentecamarasa | 24 febrero 2014

NUESTROS «FELICES 90 Y 2000». Economía especulativa y crecimiento económico

Tomado de rossimilio.blogspot.com.es

Ahora que empiezo a explicar el periodo de entreguerras (1918-39) sería de interés empezar a comparar historias (pasadas y presentes) que nos ayuden a comprender y ver cómo la historia (especialmente la del capitalismo) es cíclica.

Y es que nosotros, los españoles (y en realidad medio mundo) tuvimos nuestros felices 20 en el paso del siglo XX y XXI.

Tras una pequeña crisis de principio de los 90, a mediados de la década (con los gobiernos Aznar, especialmente el segundo), iniciamos una época de crecimiento económico (Fue el famosos «España va bien»)

¿Qué había detrás de él?

Evidentemente estaba un contexto internacional favorable (como ahora lo es adverso), pero también decisiones que ahora estamos sufriendo de varias maneras.

Por una parte, la UE (que entonces se encontraba en fuerte expansión, sobre todo Alemania) necesitaba nuevos mercados para vender sus productos (e invertir su enormes ganancias), y los encontraron en el sur (Portugal, Italia, Grecia o Irlanda) y se inyectaron grandes cantidades de dinero (a través de los fondos de cohesión y estructurales como el FEOGA, Feder, FSE, Leader, Urban, pero también de entidades privadas, como luego veremos).

A esta entrada de dinero (que sirvió para generar numerosas infraestructura como el AVE o las autopistas pero también para la corrupción como el escándalo del lino, las construcciones de megaproyectos como la ciudad de las Artes de Valencia, la de la Justicia de Madrid, …) se unió una fuerte burbuja inmobiliaria. (En un artículo anterior ya analizamos cómo se produjo y sus posteriores efectos).

España se convirtió en un gran negocio tanto para extranjeros como para nacionales. La construcción fue un gran negocio para los bancos alemanes o españoles (tanto para la financiación de las construcciones como por medio de las hipotecas), generando numerosos puestos de trabajo poco especializados que provocaron la entrada masiva de inmigrantes y el abandono de numerosos chicos sin formación tentados por unos salarios verdaderamente espectaculares. Las cifras de paro mejoraron de una forma notable.

En tal burbuja influyó también la nueva ley del suelo del gobierno Aznar, en donde se abría la mano a la especulación del litoral y se dejaba en manos de los ayuntamientos el control de las recalificaciones.

De esta manera, los Ayuntamientos se encontraron con unos recursos extraordinarios que acababan al fin con su deficiente financiación (ésta llegaba a las autonomías, pero ellas nunca bajaron el escalón y las redireccionaron hacia los ayuntamientos). Estos ingresos les permitieron dar mayor cantidad de servicios a su población (muchos de ellos duplicados en autonomías y diputaciones, los llamados servicios impropios), fomentaron los delirios arquitectónicos públicos que ya mencionábamos o se perdieron en las tramas de corrupción (desde la Gurtell a las miles de tramas locales).

Todo este proceso fue creando en la población un optimismo de dimensiones incalculables. El consumo se multiplicó (mejorando el paro) y mucho de él se hizo a crédito. Comenzó así la creación de una gigantesca deuda privada de consumidores (que incluso compraban a crédito sus vacaciones o hacían que en España se vendieran más Audis o Mercedes que en la propia Alemania) e industrias (que se empezaron a sobredimensionar para hacer frente a la demanada). También se inició una fuerte especulación inmobiliaria de bancos y particulares que veían multiplicarse los precios de las casas en pocos meses, invirtiendo en ladrillo como un valor seguro.

Pero mientras sucedía esto (y ya en tiempos de Zapatero), la deuda pública crecía sin parar. La ley de la dependencia, el aumento de las pensiones y otras tantas inversiones en el estado de bienestar o en simples formas de propaganda electoral (el cheque bebé o la reducción de impuestos directos) hacían que el dinero recaudado no fuera suficientes, emitiendo cada vez más deuda pública (pues la burbuja no daba tantísimos ingresos debido a la corrupción y a nuestro sistema fiscal, poco adecuado para sacar dinero de grandes fortunas y negocios internacionales).

Pero eso no importaba, pues todo iba bien. Las administraciones públicas se hinchaban, se trapicheaba con las indemnizaciones de los ERES o la visita del Papa, Bárcenas jugaba con sus cuentas B, se especulaba… Nadie protestaba por vender (en el gobierno Aznar) las grandes empresas públicas (Telefónica, eléctricas que ahora nos aprietan las clavijas…) ni (en el gobierno Zapatero) por las subvenciones a múltiples colectivos de dudoso interés público.

El mundo parecía perfecto hasta que el ciclo cambió de orientación y la crisis financiera que explicamos aquí puso de relieve los problemas (banca, industria y particulares endeudados; deuda pública astronómica; burbuja inmobiliaria; millones de trabajadores sin formación que empezaron a quedar en el paro cuando se hundió la construcción…).

Si a esto le añadimos el nuevo giro de Europa (léase Alemania), ya teníamos la crisis servida en bandeja

Vicente Camarasa


Respuestas

  1. […] primera la podemos relacionar directamente con la crisis financiera iniciada en EE UU que ,como ya explicamos en un artículo anterior, puso al descubierto nuestras burbujas especulativas (inmobiliaria, bancaria, de empresas y […]


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