Y luego tratamos de ahorro bajándonos a pocas cosas, a indignidades y miserias, a que se ahorre una onza de cera (…); apretar al Palacio y a los criados hasta hacerles derramar sangre, y derramar millones en obras deslucidas, y a las que no se les ve el fin, no más porque sepan que quiero y no puedo
El texto, aunque pertenece a Matías Novoa, un cronista de finales del reinado de Felipe IV, en el siglo XVII, ¿no os resulta muy familiar y perfecto para los tiempos que corren?
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