Posteado por: vicentecamarasa | 24 abril 2014

LAS MAREAS. UN CUENTO PEDAGÓGICO DE LOS ANIMALES IMAGINARIOS

Bueno, bueno… no os podéis imaginar lo que nos ha pasado el…

–       Espera, Rinoceronte, no te has presentado.

Hola, sou el Rinoceronte y me gusta hacer carreras y la hierba fresca. ¿Contento, Koala?

–       Bueno, vale, pero…

Y ahora ¿qué pasa?

– Que yo creo que la historia la debería contar yo, como siempre.

¡Ni hablar! Eso ya lo hemos discutido y hoy me toca a mi.

–       Pero…

¡Pum!

–       ¡Ay!

Y un Koala imaginario salió volando y, ¡qué suerte!, ha caído en un macizo de flores.

Mientras se las come voy a aprovechar para contaros esta maravillosa historia.

Nos pasó este verano, cuando nuestros papis nos llevaron a Cantabria, que es un sitio maravilloso con hierba fresquísima, bisontes prehistóricos pintados en una cueva y unas montañas muy brutas que se llaman los Picos de Europa (por cierto, ya explicamos aquí cómo se formaron)

El hotel estaba en un pueblo con unas sardinas riquísimas (según nos dijo el Pulpo, claro, pues a mi no me gustan) que se llamaba San Vicente de la Barquera.

Allí empezó la historia.

El pueblo es muy bonito y tiene mucho mar lleno de barcas que, por la mañana, cuando nos levantamos…

¡Se había ido el mar de la ventana!

Y no creáis que exagero. No había mar donde estaba por la tarde, y los barcos se habían quedado tumbados en la arena.

Si no me creéis, mirad las fotos que sacó el Elefantito

 ¿Qué os parece?

Nosotros nos quedamos tan sorprendidos que al Camello se le quedó la boca abierta y se comió dos moscas sin querer.

–       ¡Qué asco! No gustan moscas.

Y es que la cosa era terrible.

– Se ha roto el mar – dijeron los Koalas.

– O se ha marchado de vacaciones – respondió la Jirafita.

– No, no, apón

– ¿Qué dices, Pulpo?

– Que se ha salido el tapón – nos tradujo el Camello.

– í, apón, alido – dijo el Pulpo que, como ya sabéis, además de las sardinas y las truchas, se come letras al hablar.

– ¿Y están ricas? – le preguntan siempre los Koalas.

– o, (a)horro – les dice siempre él.

– ¿Y dónde tiene el tapón el mar? – preguntó la Jirafita.

– No lo sabemos.

– Pues vaya. Ell senor Mar roto. Pobrecitas.

– ¿Quiénes?

– Las barquitas.

– Y as ardinas. Opebrecitas as ardinas.

Como veis una cosa terrible, amigos. Sobre todo porque no era una avería pequeña, qué va. Pues no sólo estaba roto en el pueblo, sino en la playa que íbamos siempre.

¿No me creéis?

El día anterior habíamos ido a un chiringuito que tenía unas gambas riquísimas.

–       Y el agua helada.

–       – Es verdad, Jirafita.

–       Yo creo que tenía pingüinos.

–       O le echaban cubitos de hielo por la noche.

–       Ucho as onito el Editerráneo.

Bueno, pues os lo que os decía. Que fuimos otra vez a la mismísima playa… ¡Y el mar también se había ido!

Eso o es que la playa había crecido, que también puede ser, pues el mar estaba lejos lejísimos. A dos carreras y media.

¿También habían quitado de aquí el tapón? ¿O es que se está haciendo pequeñito el Señor Mar?

–       ¿Encoge?

–       Pues a lo mejor es eso, Camello.

Igual que le pasó a una camiseta de rayas que tenía y que una vez se mojó y se hizo pequeñita.

–       Claro, mar moja. Se moja y encoge.

–       ¡Pero mira que sois simples! – nos dijo de pronto el Elefantito.

–       Oye, oye, sin insultar.

–       Si es que es verdad. Sois más simples que el asa de un cubo.

Y como nosotros no sabemos quien es ese señor Asa del Cubo, pues nos callamos, claro.

–       ¿Y por qué dices eso, Elefantito?

–       Porque el Señor Mar no está roto.

–       Claro, es un problema del tapón.

El Elefantito puso entonces esa cara que pone siempre que está muy harto.

–       ¡Que no!

–       Y, ¿entonces?

–       ¡Son las mareas!

–       Ah, que encima está mareado el pobre Señor Mar.

–       Parece mentira que no lo sepas tú, Jirafita, que hiciste un cuento entero sobre la luna.

Vaya, pensamos. Esto sí que se está poniendo feo. Ahora resulta que la Luna también está rota.

–       ¿Se va a caer?

–       Esperamos que no, Koala.

–       – De verdad que no os aguanto. Son las mareas que mueve la Luna.

¡Esto es el colmo! No tiene bastante la Luna con cambiar de forma para ahora ponerse a mover el mar.

Además, ¿cómo lo hace? ¿Lo tiene atado con unas cuerdas?

–       Que no, pesaos. Que la Luna atrae el agua del mar, y por eso unas veces sube y otras baja.

Hay que ver lo que es capaz el Elefantito de inventarse con tal de tener protagonismo.

–       ¡Que sí! Que la marea alta se llama pleamar y la baja, bajamar.

¿Lo veis como se lo inventa? Si hasta pone palabras difíciles para que parezca todo más importante.

–       Es inútil explicaros nada. ¡Qué cabezotas sois!

Sí, sí, cabezones.

La cosa está clarísima. El Señor Mar se ha roto y encima el Elefantito nos intenta tomar el pelo. Bastante problema hay como para andarse con bromas.

–       ¡Me rindo! Mirad, si algún día os queréis enterar, entrad aquí, que ya lo explicó Vicentito con un vídeo.

Y una vez dicho eso se fue hacia el mar moviendo mucho el rabito.

Claro, como le hemos pillado prefiere marcharse antes de dar su trompita a torcer. El Elefantito es así. Como no les des la razón, se enfada.

Nosotros, como ya le conocemos, no nos lo tomamos a mal. Cada uno tiene sus manías, ¿verdad?

Pues eso. Que ya sabéis que si vais a Cantabria tenéis que tener cuidaddo con el Señor Mar, y si encontráis en el agua una cadenita ni se os ocurra tirar, porque entonces se puede salir el tapón y fijaros qué problema.

Este maravilloso cuento lo escribimos entre San Vicente de la Barquera y Liaña en julio de 2013.

 

Si quieres conocer más historias de los Animales imaginarios en este blog entra aquí.

Si quieres ver su famosísimo Diario, lo publicaron aquí


Respuestas

  1. […] Os aconsejo (si sois de 1º de ESO) leáis primero el cuento […]


Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Categorías